Recorrer la Ruta de la Marmota en el Berguedà ofrece más que un simple paseo: es una oportunidad para documentar la vida silvestre en un entorno de alta montaña. Aunque el nombre evoca a los mamíferos que le dan nombre, a los que vi (unas seis) esconderse al sentir mi presencia, la verdadera sorpresa está en la diversidad de aves que habitan este paisaje. Un solo recorrido puede revelar la riqueza de la avifauna que coexiste en este rincón de los Pirineos catalanes.
En las zonas más bajas, entre la hierba y la roca, es habitual encontrarse con el gorrión alpino y el colirrojo tizón, que se mueven con agilidad entre los desniveles. Más arriba, sobrevolando las crestas rocosas, es posible avistar rapaces como el buitre leonado, planeando en círculos. También son comunes el cuervo y la chova piquigualda, que con sus acrobáticos vuelos y graznidos llenan de vida los cielos de la montaña.
Esta diversidad es un contraste notable con las especies que se observan habitualmente a nivel del mar, como en Sant Adrià de Besòs. Aquí, la altitud y el hábitat rocoso favorecen a aves especializadas que rara vez se ven en el litoral, como el roquero solitario o el propio buitre leonado. La experiencia fotográfica cambia por completo; el objetivo se eleva del nivel del mar a las cumbres, capturando una fauna distinta y exclusiva de estos paisajes de altura.
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Inicio de la Ruta de la Marmota en el Berguedà: el cartel informativo que marca el comienzo de una jornada de observación en la alta montaña. |
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