Observar aves rapaces en vuelo siempre plantea un desafío, a esa distancia los colores pierden detalle y lo fundamental pasa a ser la silueta, las proporciones y el tipo de vuelo. En el caso del Gavilán común (Accipiter nisus), la clave para distinguirlo radica en reconocer sus alas relativamente cortas y redondeadas, contrastadas con una cola larga, recta y muy visible. Esta combinación lo diferencia de los halcones, de alas largas y puntiagudas, y de los busardos, que muestran alas anchas y más “palmeadas”. La silueta de Accipiter es inconfundible para el ojo entrenado: compacta, ágil y pensada para la caza en entornos arbolados.
El patrón de vuelo constituye otra de sus señas de identidad. El Gavilán alterna secuencias de aleteos rápidos y breves con planeos cortos, manteniendo las alas rectas o apenas arqueadas hacia adelante. Este “aleteo-planeo” lo distingue del vuelo circular y sostenido de un busardo ratonero (Buteo buteo), o del aleteo más potente y constante de un halcón peregrino (Falco peregrinus). Aunque a veces aprovecha las térmicas para ascender en círculos cerrados, la diferencia sigue siendo visible en la proporción de alas y cola, que delatan la morfología típica de los Accipiter.
A la hora de determinar el sexo del ejemplar, el marcado dimorfismo de la especie nos ofrece pistas valiosas. Los machos adultos presentan un tono gris azulado en el dorso y un barrado rojizo fino en el pecho, mientras que las hembras y los jóvenes son más voluminosos, de tonos pardos y con un barrado más ancho y contrastado sobre fondo claro. En la fotografía, la silueta robusta y el vientre barrado de tonos grises y pardos apuntan a que se trata de una hembra adulta o un juvenil. Una observación que, además de confirmar la especie, nos recuerda la dificultad de identificar a estas rapaces cuando cruzan el cielo a gran altura.
Gavilán a gran altura. Foto ampliada de la anterior imagen. Fotos y dibujos Paco Torres 1. X.2025 Entradas relacionadas : Gavilán |
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